28 DE AGOSTO
semana de la ESI
El derecho a la educación sexual integral
“Valorar la afectividad”
En esta última entrega de la semana sobre la ESI, hablamos
de algo muy importante y es la afectividad, valorar aquellas emociones y sentimientos
vinculados a la sexualidad, promover valores como el amor, la solidaridad y el
respeto a la intimidad propia y ajena.
Queremos compartir dos textos literarios: uno poético, el
otro narrativo; en los dos, los
sentimientos, las emociones están muy presentes. Esperamos que te gusten y si
querés, podés hacer comentarios al final.
Si yo fuera un gato
Si fuera un gato,
por tu tejado
me alunaría,
enamorado.
Y trenzaría
mimbres de luna
para amarrarme
junto a tu cuna.
A tus pies
siempre
ronronearía;
mi golpe de ala,
niñita mía.
Si fuera un gato
desenfadado
y no un chiquillo
avergonzado.
Si fuera un gato
cascabelero
te maullaría
cuánto te quiero.
Elsa Isabel Bornemann
Cuento: EL
TROMPO DE PALO SANTO, de Gustavo Roldán
El trompo giraba y giraba
abriendo un huequito en la tierra.
Primero había bailado en un enorme círculo que se fue cerrando cada vez más,
hasta quedarse quieto, casi inmóvil, casi hasta hacer dudar si no estaba
clavado en el suelo.
—¡Se durmió! —dijo el Negro en voz baja, un poco como para no despertarlo—.
¡Mirá cómo se durmió!
—¡Sin cabecear siquiera! —dijo Atilio—. No hay un trompo como éste.
—¿Es cierto Atilio? ¿Es cierto lo que dice el Negro? —preguntó el Rubio, que
acababa de llegar.
—Si lo dice el Negro no debe ser cierto.
—Dijo que su trompo es de palo santo.
—Y bueno, alguna vez tenía que decir la verdad.
—Bah, no puede ser. ¿Quién vio un trompo de palo santo?
El trompo
comenzó a hamacarse perdiendo fuerzas. Cabeceó para un lado y para otro, giró
acostado en latierra y se quedó inmóvil.
Cinco manos chocaron tratando de agarrarlo primero.
María fue la más rápida, y apretó
al trompo en una mano que no alcanzaba a cubrirlo.
—¡Vamos, vamos! —dijo Atilio— las mujeres no se meten con mi trompo.
—Eh, Atilio, ¿no me vas a dejar?
—Las mujeres no juegan con trompos —dijo el Negro, tratando de quitárselo—. Las
mujeres nunca saben nada.
—¡Más mujer será tu abuela!
María escondió la mano y dio un paso para atrás. El Negro se quedó con la mano
estirada.
—María, mejor te vas volando de aquí. Nadie te dio vela en este entierro. Dame
o te lo quito.
—¿Por qué no hacés la prueba? —dijo retrocediendo otro paso.
—¡No comencemos con peleas! Ahora estamos con cosas serias —dijo Atilio.
—Atilio vos sabés que yo lo puedo hacer bailar. ¿No me dejás una sola vez?
—Bueno, pero dale. Una sola, ¿eh?
María agarró el piolín con un poco de miedo. No era fácil manejar ese trompo
con todos los chicos esperando que hiciera las cosas mal. Lo peor era cuando
estaban en barra, entonces no le perdonaban que fuera mujer. De uno en uno las
cosas eran diferentes, pero ahora estaban juntos, y para peor con un trompo
nuevo, de palo santo, con el que todos querían jugar.
—Dale, María, siempre te metés en lo que no te importa.
Claro que a
ella le importaba. Demasiado tenía que aguantar en su casa con esas tontas
muñecas que le regalaban. Bueno, tontas no, también eran lindas y las quería,
pero eso de las chicas no corren, no saltan y no suben a los árboles… Atilio y
el Negro eran los únicos que les ganaban a subirse a los árboles. Y con los
barriletes la cosa era bien pareja. Que el Negro dijese esas barbaridades no le
importaba, total, era su hermano. Pero que Atilio…
—¡Dale María, dale… Nos hacés perder tiempo a todos…
María lo miró al Negro con furia. Y el Negro conocía esas miradas de su
hermana. ¡Pero cómo molestaba metiéndose todo el día con sus amigos! Lo único
bueno era que nunca iba con cuentos. Pero se bañaba todos los días, no faltaba
nunca a la escuela, se sacaba las mejores notas.
—Dale, María, dale —dijo el Rubio.
—Dejála tranquila —dijo Atilio— hace bailar los trompos mejor que vos.
María se puso colorada. Midió la distancia con los ojos eligiendo el mejor
lugar, se afirmó bien adelantando un pie y con las piernas abiertas, como su
mamá le decía que no debía pararse una señorita. Pero qué hacerle, ya había
descubierto que el gran secreto de los muchachos para tirar una piedra, correr
más rápido, saltar más lejos, era no pararse como una señorita.
—¡Dale María!
—¡Dale María!
Lo que faltaba. Ahora también los otros chicos, los más chicos, que no se
metían en la pelea, comenzaban a apurarla.
María sonrió sin decir nada. No hacía falta. Sabía otro secreto que aprendiera
jugando con los muchachos. Para tirar una piedra o hacer bailar un trompo había
que separar el codo del cuerpo. Más alto o más bajo, pero siempre el brazo con
el codo hacia fuera.
El brazo de María se levantó y bajó como un latigazo, en un movimiento
perfecto, casi invisible, y los ojos de todos se clavaron en el trompó que
silbaba convertido en una cosa viva.
La música pareció salir del trompo. Era una música suave y adormecedora, un
pequeño vals que hablaba de barrios y glicinas, de un pedacito de cielo en una
ventana enrejada, de la felicidad de dos que se amaban.
Como sin querer acompañaron con el cuerpo el ritmo de la música, como sin pisar
el suelo giraron y giraron, como sin darse cuenta Atilio y María se tomaron de
la mano y se miraron a los ojos, se abrazaron y bailaron.
Girando como el trompo se juraron amor para siempre, sin decir ninguna palabra.
Cerrando los ojos se dejaron llevar por la música y soñaron los sueños más
dulces. No se dijeron ninguna palabra, que es como decir todas las palabras,
mientras el baldío se cubría con madreselvas y jazmines y los árboles de la
vereda eran lapachos florecidos y el mundo era hermoso porque las manos se
entrelazaban, se soltaban, y las puntas de los dedos se acariciaban lentamente
mientras el sonido se borraba y apenas quedaba el recuerdo como un sueño.
Los chicos volvieron al baldío. Ahora, sin silbar, el trompo seguía bailando,
como inmóvil. María se alejó en silencio. Después de todo, también era hora de
jugar un rato con sus muñecas.
Atilio la alcanzó.
—Chau, María —le dijo—. Cuando haga un barrilete nuevo va a ser para vos.
—¡Qué lindo! Bueno, chau.
Se fue caminando despacito, pero apenas se alejó unos metros comenzó a saltar,
sonriendo, casi llorando, pero contenta. Sobre todo muy contenta.
FIN
Si querés escuchar
esta historia, te acercamos el enlace…
https://www.youtube.com/watch?v=dZbaSSiBsyg&t=101s
El cuento puede
encontrarse en la colección “Pajarito Remendado”.
Cuando volvamos a la Escuela podés pedirlo en la Biblioteca Escolar.